- Unos cracks, así es el divertido dúo de actores de «Dos».
- Planning teatral escrito y protagonizadao por David Fernández y Juanra Bonet.
- Una comedia para adultos donde lo absurdo es el melodramático humor de este perspicaz espectáculo.
Por Cris | Lo bueno y breve es doblemente bueno. Lo absurdo e inteligente es bueno SIEMPRE que venga de la mano de alguien gracioso con gracia. Y David Fernández y Juanra Bonet aúnan, sobrados de ellas, ambas cualidades. Una nueva temporada les tiene en Madrid, pero por poco tiempo más. Y es que, solo quedan dos oportunidades para ver «Dos» en el Teatro Arlequín Gran Vía. Un dúo desbordante de ingenio y registros cómicos que disfrutan haciendo disfrutar al público.
Escrito y dirigido por los dos, por «el Chikilicutre» y «el Bombitas», invitan al entretenimiento más dispar a través de un show en el que la improvisación viene servida para unos actores que llegan tarde a su propia función. Así reza la sinopsis de la obra. Esta premisa es el arranque de un divertido juego escénico, concepto que sirve para definir esta propuesta altamente alimentada del torrente humorístico que caracteriza a sus guionistas-protagonistas, de un gusto que se sirve de lo absurdo, lo negro, lo irascible, lo irreverente, incluso lo bizarro, para hacernos pasar un rato hilarante por el que lamentan disculparse.
Son los descacharrantes gags de esta pieza, donde el sentido es la menor de las lógicas, en las que los dos actores ejecutan muy variados registros, que van desde acentos norteños a sureños, británicos o castizos, configurando así este tándem Fernández-Bonet toda una caja de sorpresas.
Son unos virtuosos del humor. Ambos, que se conocieron en la compañía de teatro La Cubana, se rinden en cierta medida a volver a esos inicios, y a servirse de su admiración por el gracejo de Faemino y Cansado, Martes y Trece, Los Morancos, Les Luthiers y Monty Python para focalizar toda atención en el actor, dejando de lado todo tipo de distracciones de fondo, utilizando un sencillo atrezzo y jugando muy bien la selección de un vestuario que enfatiza cada personaje con el que hacen reír a carcajadas.
Escenas con metáforas «infantiles» susurrando amor sin entenderas de juicio, un intercambio de cartas donde la absurdez desprende por proa y popa una marejada de risotadas con las que conseguir unos abdominales ¡que ni en pilates!, la innata dicotomía de ser o no ser un Papanatas o un Bizcocho, y hasta una entrega de premios con forma fálica dorada se disfruta en este loco, pero inteligente espectáculo. Humor del siglo XX en el siglo XXI en el que el ‘pero’ radica en que te quedas con ganas de más (que no a medias), y es que, ¡reír es vida!