Crítica de ‘Descalzas’, de la Compañía de Teatro Yeses

El teatro regala experiencias casi divinas como el disfrute de ‘Descalzas’, un producción de la Compañía de Teatro Yeses, del Centro Penitenciario Madrid I Mujeres de Alcalá de Henares. Dentro del marco ‘Clásicos en Alcalá’, es ya uno de los planing más extraordinarios que deja este Festival Iberoamericano del Siglo de Oro.

Por Cris | Creo que podría seguir aplaudiéndoles por el disfrute, lo exquisito y lo sublime del conjunto teatral que brilló el pasado domingo, 19 de junio, en el Corral de Alcalá. Qué bien lo hicieron, qué emoción, qué fascinante experiencia es ‘Descalzas’, un texto de Julieta Soria, dirigido EXTRAORDINARIAMENTE por Elena Cánovas, el resultado de la producción de la Compañía de Teatro Yeses, formada por reclusas del Centro Penitenciario Madrid I Mujeres de Alcalá de Henares, es un trabajo 100% profesional que deja lejanísimos pensar que se trata del resultado de un simple taller carcelario.

‘Descalzas’ es un vodevil monjil divertidísimo, un juego escénico sin cabida al aburrimiento donde todos los congregados a ser partícipes y testigos de esta experiencia van a divertirse, van a vivir un planning excepcional de la mano de un reparto formado por Alba María García, Monica Liso, Ana Rosa Pretell, Dalíris Sánchez, Isabel Sevillano, Genny Barbosa, Cristina Cobaloda, Carolina Aller, Pablo Alvera, Rubén Cobos y que cuenta con la colaboración de Máximo Pradera, la voz de Dios.

Historia, humor, silencio y palabras a través de una trama con personajes tan emblemáticos como María Teresa de Jesús, la Princesa de Éboli, Juan de Yepes o Jerónimo Tostado- que no Churruscado – que llenarán de acción la apaciguada vida tranquila de las hermanas Descalzas del madrileño Convento de la Encarnación.

«Qué nadie las haga callar nunca»

Habiendo desarrollado alrededor de 40 montajes teatrales, cuya complejidad técnica y artística ha ido en aumento paulatinamente, durante la segunda semana del Festival Iberoamericano del Siglo de Oro – Clásicos en Alcalá la Compañía Yeses aterrizaba con ‘Descalzas’: un deleite absoluto.

Bajo el marco de la plenitud del siglo XVI, y bajo el hacer del hábito de María Teresa de Jesús de Cepeda y Ahumada, trascurre la trama activada en consecuencia a la acción reformista de monasterios que a ésta le hacía recorrer de forma incansable por las Castillas y Andalucía. Y es que, María Teresa fue una mujer adelantada a su tiempo. Llevó a cabo cosas impensables en esa época: desde impulsar una orden, abrir numerosos conventos y hasta renovar a la Iglesia gracias a su ímpetu y personalidad arrolladora. Era inteligente, noble, utópica y por su amor a Dios luchaba con los hombres.

Una lucha que nos lleva en ‘Descalzas’ al Convento de la Encarnación en 1578, donde la tranquilidad en la que viven la Madre Teresa y sus hermanas descalzas ven rota la paz de su día a día con la llegada del fugado hermano Juan de Yepes y la visita del visitador de la Orden de los carmelitas descalzos Jerónimo Tostado, quien con su investigación pone en jaque los proyectos reformistas de Teresa fruto de la popularidad de su poemario místico El libro de la vida. Y ojo – aunque sea solo uno – porque también destaca la determinación del papel de Ana Mendoza, la Princesa de Éboli.

La Compañía de Teatro Yeses saludan al final de la representación en el Corral de Alcalá

Ese «que muero porque no muero», que acabaría formando parte de nuestro acervo popular, es la más concisa reflexión de esta obra: la paradoja de morir para vivir plenamente, de la muerte como liberación, como la mejor vía para la fusión con dios. De ello bebe esta pieza llena de matices históricos, de poesía, de música y de humor que, sin duda, homenajea sobresalientemente la figura de Santa Teresa.

‘Descalzas’ es un retrato bonito, inteligente y agudo sobre una pequeña utopía impensable dentro de la sociedad del siglo XVI que ensalza el papel fundamental de una mujer adelantada a su tiempo, que decidió vivir como quería y dio la oportunidad a otras mujeres de hacerlo. Que aunque su doctrina estaba vinculada al fervor del silencio, su mayor principio fue inculcar aquello de que «nadie les haga callar nunca». Un trabajo magnífico, soberbio, celestial.

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