Miguel Antílopez – el del grupo, sí – se marca una ingeniosa lectura con su primer libro, ‘El poeta hijo de su madre’. Una exploración del lenguaje: lírica y prosa; humor, juegos de palabras, garabatos, poesía, sarcasmo, reflexiones…. y la voz que todo lo sabe siempre: la madre. Un popurrí único que lo convierte en un planning lector estupendo.

Por Cris | Miguel Antílopez, ‘El poeta hijo de su madre’ (El Paseo Editorial). Así es y así titula su primer libro, un híbrido de poesía, prosa, juegos de palabras, humor surrealista, reflexiones… y los zascas de su madre. Es una lectura tan única, como lo es él mismo. Y cómo bien dice Joaquín Reyes – que firma el prólogo – se confirma que Miguel no tiene suficiente con cantar, actuar y «toda la pesca» y se lanza a volver ha hacer de las suyas con el escrito de este fantástico libro, porque así lo es.
La mitad del grupo/dúo Antílopez – que molan muchísimo – por fin reúne en un libro parte de lo que le pasa por esa ingeniosa mente. Muy fiel a ese estilo de las letras de Antílopez, Miguel reúne sarcasmo, humor y esa lírica tan característica en un conjunto de textos breves que van desde reflexiones y divagaciones, a poesías, juegos de palabras o simples garabatos – entre otras vainas – con los que retrata las cosicas del corazón y la inestabilidad económica que supone el oficio creativo. Es un gustazo de lectura.
Miguel y su madre
Sin duda alguna, la comicidad y la complicidad es algo de lo que se empapan las páginas de esta simpatiquísima lectura. En ellas, ese idealismo ingenuo que uno se crea al llegar a la treintena y que se cae de bruces al volver a la realidad, esa en la que uno se da cuenta de que sigue viviendo con los padres, es a groso modo el hilo conductor de estos garabatos con los que Miguel da rienda muy suelta a ese «poeta tontorrón» que lleva dentro.
Un arquetípico poemario, por denominarlo de alguna manera, en el que se respira nostalgia y melancolía, pero también el humor frente a la adversidad que supone el fracaso creativo. Y es que, el rollo de Antílopez tiene a bien saborearse en estas páginas en las que Miguel se ríe de la épica que retrata lo creativo, lo poético, lo moderno, y en el que tiene a su madre, María Ángeles, como la voz replicante de su particular universo a lo largo de las páginas de «El poeta hijo de su madre».
Frente a sus micro textos, de los que se entre lee un claro matiz jocoso, la voz parodiada de una madre – de la suya concretamente – rompe la «aparente» seriedad de cada garabateo y se torna en un elemento vital de este mestizaje narrativo. Porque una madre es muy sabia, y los chascarrillos más populares y universales de toda matriarca no hacen sino que dar paso a la sonrisa o hacer sonar alguna que otra carcajada en cada réplica que está protagoniza.
Un plan lector ameno y divertido que es todo un gustazo disfrutar. Y sí algo queda claro, cómo bien sabe Miguel, y sabemos todos, una madres es «la única que te va a querer siempre». De eso no hay duda.